Bienvenid@s a mi pequeño mundo,
un rinconcito donde por unos momentos
intentaré transportaros a otro lugar,
un sitio donde la magia es posible,
y donde los sueños... están al alcance de la mano...
sabéis como se consigue eso...?
...con las palabras...

sábado, 3 de septiembre de 2016

CIERRA LOS OJOS… Y SOPLA

Ese día iba caminando de vuelta a casa, después de un día bastante complicado.
En mi cabeza había un alboroto de pensamientos y ninguno muy apacible que digamos… Había sido un día de esos que a media que iba avanzando las cosas se complicaban y al final nada había salido como esperaba.
No sé ni tan siquiera como me fijé en aquella pequeña planta, algunos la llamarían mala hierba, que sobresalía entre la valla y el suelo del parque que tenía justo enfrente.



En esos momentos, pareció que mi mente se relajaba, como si las nubes negras de mi cabeza se esparcieran y dejaran paso a un bello amanecer… la sensación fue como un soplo de aire fresco en mi interior.
Me acerqué a aquellas flores amarillas y olvidadas por todos los transeúntes que se cruzaban en su camino. Cuando las tenía justo a mis pies se me escapó una sonrisa y me agaché. Rocé sus flores del color del sol con mis dedos, dejando que el polen ensuciara mis yemas… De repente, mi día mejoraba, algo que parecía bastante complicado hacía tan sólo unos instantes…
¿Cuánto tiempo hacía de aquella historia, abuelo? No lo recuerdo, como tampoco recuerdo el motivo de la misma…pero a veces, no te hacían falta motivos para envolver mi día en magia…

Vi cómo te agachabas a coger unas pequeñas flores y cuando te pregunté qué eran, me respondiste que eran unas flores mágicas.
-      ¿Mágicas? – te pregunté yo al tiempo que mi mirada se iluminaba y me olvidaba de todo lo demás, como ocurría siempre que estaba a tu lado.
-      ¿Quieres saber por qué? – me preguntaste, más por crear un poco de intriga y curiosidad en mí, que por saber cuál sería mi respuesta, que ya tenías clara antes de la pregunta.
Mis grandes ojos curiosos pedían a gritos tu historia, saber qué magia escondían aquellas flores, que no eran demasiado bonitas y que parecía que no tenían fin, ya que todo el campo que veíamos desde donde estábamos sentados era de un dorado deslumbrante.
-       Esta pequeña flor se llama diente de león, princesa – empezaste con la tranquilidad que te caracterizaba – para algunas personas es considerada una mala hierba, porque como puedes ver se esparce con facilidad – dijiste señalando la infinidad de aquel tono amarillento - Para otras, tiene propiedades beneficiosas para la salud cuando es joven como ésta – señalaste el tono amarillo de la flor – Y ahora viene lo importante… – te giraste hacia mí y me diste un suave golpecito en la nariz, entonces te agachase y cogiste otra flor, esta vez era blanca, yo te miré extrañada y tu proseguiste tu relato – Y aquí está la magia…
-       ¡Pero ésta no es la misma flor! – te dije yo un poco decepcionada y con un asomo de enfado que empezaba a salir.

-       Aquí está la flor de joven – me dijiste enseñándome la flor amarilla y sin perder tu sonrisa frente a mi pequeño pataleo – y ésta es la flor adulta, cuando ya está en el fin de su ciclo y se ha secado – me enseñaste ahora la blanca – y ahora es cuando aparece su magia… ¿vamos a probar esa magia? – me preguntaste.
Yo no te contesté, sólo te miraba extrañada y maravillada de nuevo, esa sensación que me dejaban tus historias la recuerdo a la perfección, y la hecho tanto de menos… pocas veces me he vuelto a sentir así.
-       Cierra los ojos pequeña – me dijiste. Esperaste a que lo hiciera, cosa que hice al instante – Ahora pide un deseo... – lo hice mentalmente sabiendo que los deseos no se pronuncian en voz alta, tu viste la afirmación de mi cabeza y supiste que mi deseo estaba elegido – Vuelve a abrir los ojos tesoro …- los abrí, y continuaste mientras ponías la flor blanca justo delante de mí - Y ahora… sopla…



Soplé… y verdaderamente me pareció algo mágico… aquellas pequeñas “flores” que en realidad eran las semillas del diente de león, salieron volando y parecían tener algo especial…
Yo seguía con la mirada como se elevaba aquel montón de puntitos blancos y emprendían un camino hasta algún mágico lugar…
-       Sólo falta esperar a que tu deseo se cumpla – me dijiste con una enorme sonrisa. Te miré, y sin pensarlo, cogí lo que quedaba de aquel diente de león y salí corriendo mientras terminaba de soplar lo que aún quedaba en el tallo. Cuando regresé a tu lado, con mis mejillas sonrosadas por la carrera sabía que aún faltaba el colofón de tu historia, por eso me senté en aquel banco donde tú me esperabas con tu eterna sonrisa. – Esta flor es como el día a día, para algunos puede ser una mala hierba o para otros un ingrediente sanador, pero con el paso del tiempo, todo se puede convertir en algo mágico. En la vida, a veces sólo hay que esperar a que algo madure, como este diente de león, y justo cuando llega el momento, sólo hay que susurrarle algún secreto y lanzar sus semillas al viento, éste se encargará de llevarlo a alguien que desde allá arriba haga que nuestro deseo se cumpla – dijiste con un guiño travieso.

Justo en ese instante parecí despertar de mi ensoñación, seguía agachada tocando las flores amarillas que había visto delante de mí. Miré a mi alrededor y justo dos pasos a mi izquierda había un diente de león grande y seco que parecía llamarme a gritos. Me acerqué y lo cogí suavemente. Entonces, cerré los ojos, susurre algo que apenas yo misma oí, mientas la suavidad de la flor seca  rozaba mis labios. Abrí nuevamente los ojos mirando al cielo y soplé… Esperé a que las pequeñas semillas se elevarán y sobrevolarán mi cabeza… después de unos instantes, sonreí y volví a mirar al cielo… mi día acababa de cambiar… seguramente era algo mágico pensé, mientras mi yo interno levantaba la cabeza hacía el cielo y guiñaba un ojo travieso…


martes, 8 de diciembre de 2015

COREOGRAFIAS IMPROVISADAS


En ese instante una hoja se desprendió del árbol que tenía justo enfrente del banco en el que estaba sentada. Empezó a hacer divertidos zigzagueos y bailes al son del viento, mientras iba descendiendo por la fuerza de la gravedad hacia el inminente suelo.
 
Yo me la miraba pensativa, intentado alejarme, aunque sólo fuera por unos segundos, de los pensamientos que atormentaban mi cabeza.
Los movimientos divertidos que hacía la hoja seca al caer me sorprendían. Cuando creía que el choque contra el frío suelo era irreversible, la fuerza del  gélido viento que hacía esa tarde de otoño, provocaba un nuevo giro en su trayectoria, y ésta se elevaba nuevamente, como si tuviera vida propia, supiera que el final de esa caída era su fin  y quisiera evitarlo a toda costa.
Por un momento, mis pensamientos se desvanecieron, todos los rompecabezas que inundaban y giraban alrededor de mi cabeza,  y que intentaba solucionar con mayor o menos éxito, se esfumaron. Dediqué todos mis congelados sentidos, a esperar cómo y cuándo la hoja seca se daría por vencida, o por el contrario, cuando el travieso viento dejaría de jugar con ella.
Posiblemente no habían pasado ni unos segundos desde el inicio del que sería un fatídico descenso, pero tan enfrascada estaba, supongo que más por escapar de mi mente atormentada, que por saber el lugar exacto de la caída, que  a mí me parecieron minutos interminables, viendo la hoja zarandearse arriba y abajo, alejarse y acercarse en razón de pocos segundos de diferencia.

 
Mi nariz y mis dedos estaban helados, ese día era uno de los más fríos de lo que llevábamos de la estación, y mi cabezonería me había llevado a sentarse en ese banco e intentar aclarar mi cabeza, cosa que de momento no había conseguido aún, únicamente, sabía que necesitaba enfriarla, dejar pasar el tiempo y ver las cosas con perspectiva.
Volviendo a la hoja, sabía que ésta estaba muerta, y poco tiempo pasaría desde que tocara el suelo, hasta que alguien al pasar por encima la hiciera añicos y se desvaneciera casi por completo. Pero esa lucha, ese movimiento constante, danzante casi diría, de su último aliento me fascinó, me tenía hipnotizada. Casi volvió a tocar el suelo, yo diría que lo rozó, pero nuevamente, un pequeño giro de ésta, y la fuerza del viento la elevó. Ya no tan alto como antes, pero lo suficiente como para dejarla que siguiera su danza unos segundos más.
Yo seguía admirándola, apostando casi por el segundo exacto de la caída, esperando con ese pequeño gesto cotidiano del otoño, que mis pensamientos, por el momento apartados de mi mente, encontraran la solución deseada.

Y al final llegó, no la solución a mis problemas, sino la inevitable caída, fue como un final de baile, algo suave, delicado, casi sensual me atrevería a decir. Después de unas vueltas sobre sí misma, fue como si el viento la dejara a su merced, y la hoja, suavemente se posó en el suelto, ya marrón por otras que habían caído antes. Un delicado final, se posó sin más, como sabiendo que no podía alargar eternamente su baile, y terminando éste de manera suave y pausada, casi poética.

Me quedé unos minutos más, mis pensamientos los mantenía apartados, me quedé mirando donde había caído la hoja  y recordando su coreografía.
Al rato me levanté y me dirigí hacía donde había caído. A pesar de estar el suelo repleto de hojas secas la distinguí sin problemas, y me agaché a cogerla. No sé exactamente el motivo, pero me la guardé con cuidado en el bolsillo y me fui a casa.
Desde entonces, la tengo colgada en un lugar donde no se llega con facilitad. No quiero que rozándola sin querer se rompa  y que después de su gran salto final, se desvanezca sin más.
Supongo que os preguntareis porqué la cogí y la tengo colgada.
No os lo sabría decir con exactitud, puede que el recuerdo de ese instante haga que crea que hasta el caer de una hoja seca, no sólo indica la llegada del otoño, sino que puede darte fuerzas, para saber que hay cosas que sabes que van a suceder, pero sólo tú puedes decidir cómo hacerlas, y que mejor que con un buen baile y danzando con ayuda del viento?
 

No todas las coreografías de nuestra vida son ensayadas, y a veces las mejores, se bailan improvisadamente.

martes, 10 de noviembre de 2015

Dulce compañía...


Cada día cuesta un poco más, los problemas parece que siguen surgiendo, no es que sean muy grandes, pero van dando pequeños pinchazitos en algún lugar dentro de ti, día tras día, son pequeños calambres que derrumban un poco la rutina diaria, la danza que el universo parecía tener prevista ese amanecer, o puede, que esos pequeños tics inoportunos sean compases de la canción con la que danzamos, no nos damos cuenta de ello y pensamos que no estaban previstos, o que no eran para  nosotros… sea cual sea el motivo, siempre tengo esa mirada reconfortante… me miras, me observas, me vigilas, estás pendiente de mi estado de ánimo. Sabes exactamente el momento justo antes de que mis ojos se desborden, y en una milésima de segundo te acercas, te sientas a mi lado como buenamente puedes, o más bien como difícilmente te dejo, y te aprietas contra mí. Haces que note tu cuerpo cerca del mío, no sé si por el placer que ello te aporta, o para que sepa que sigues estando ahí, como el primer día. Y cuando mi lágrima aún no ha terminado de surcar mi mejilla, tu cabeza ya la ha secado, como si quisieras impedir que la ley de la gravedad surgiera su efecto. Me sigues sorprendiendo, por más que no lo quiera y aunque en ese momento prefiera la libertad de la soledad, tengo que abrazarte, devolverte ese gesto de cariño que siempre me aportas, y tú te dejas, incluso colaboras apretándote fuertemente contra mi cuerpo, dejando que te acaricie y te huela profundamente, ese olor tan particular que creo que, por más que pase el tiempo, siempre será mi dulce compañía.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Cuando la última hoja toque el suelo...

Allí estaba yo, dirigiéndome hacia el viejo muro, y empolvando mis zapatos en aquel antiguo camino que tantas veces en mi infancia había recorrido.
Años atrás el motivo de la caminata podía ser por un pequeño berrinche, por alguna regañina, y otras veces, sin duda las mejores, por puro placer.
Ahora miro al suelo, y puedo ver perfectamente mis pasos en el camino, con aquellos zapatos llenos de polvo, el mismo polvo que ahora emblanquece mis negras deportivas al andar.
Aunque hoy camino en solitario, y en otro tiempo, una mano cálida y áspera por el paso del tiempo, me daba calor y me hacía de guía.
 
 
Aspiro el aire puro, y todo parece retroceder en el tiempo, el camino, las piedras, todo es igual, nada ha cambiado, y  yo vuelvo a tener ocho años…

Llegamos como siempre, después de andar poco más de media hora, a aquel pequeño cruce, si es que se puede llamar así, donde un viejo muro de piedra, ya medio derruido, nos servía de asiento para descansar de la ida, y para reemprender la vuelta.
Esa ida donde yo había hablado de mi entonces gran problema, de mi gran preocupación, y él con su eterna sonrisa, no había dejado de escucharme ni un solo segundo.
Al llegar allí, todo se detenía, yo enmudecía, porque allí se respiraba tranquilidad, y sabía, aún sin saber cómo, que ahora no me tocaba a mi hablar.
Entonces, los dos nos sentábamos en el muro, con el camino a nuestras espaldas, y mirábamos al horizonte. Las palabras variaban, pero la moraleja siempre era la misma:
-         ¿Sabes que los árboles cambian con el paso del tiempo, verdad pequeña? Florecen, dan fruto, pierden las hojas, reposan, y luego todo el ciclo vuelve a empezar… - aquí hacía una pausa para saber que yo estaba pendiente de él, para saber que le seguía y entendía sus explicaciones – Pues bien, vamos a fijarnos en un solo árbol, vamos a elegir uno… - entonces hacía ver que elegía uno al azar, con nuestra cuarta excusión, yo ya había descubierto, que siempre elegía el mismo, pero no quería que él supiera que le había descubierto – Mira, aquél! Lo ves allá a lo lejos? – Yo fijaba la vista en la dirección que él apuntaba y asentía. – Cuando la última hoja de aquél árbol toque el suelo, significará que tus problemas no tienen solución, mientras veas desde aquí que el árbol sigue fuerte y verde, querrá decir que todo está bien, y debe seguir su curso, únicamente has de saber encauzar el problema – y dicho esto me miraba unos segundos sin dejar de sonreír, y me dedicaba un guiño travieso.
Durante cinco minutos seguíamos allí sentados, sin hablar, cada uno inmerso en nuestros pensamientos. Y luego, sin decir nada, él se levantaba y regresaba al camino. Yo le daba un poco de tiempo, usaba su eterno bastón, pero aún iba ágil en sus andares, y al poco yo salía corriendo para atraparlo y seguir el regreso a casa, esta vez, yo saltando a su alrededor y observando cada flor, cada planta y cada árbol que encontrábamos a nuestro paso, él a su vez, me explicaba cuando florecían, cuál era su fruto, y todo lo que se le ocurría.
 
Ahora, años después, llevo mi pequeña mochila azul, con un poco de agua, unas galletas, mi móvil, y poco más, porque mi camino no termina en este viejo murete donde reposan mis caderas.
El camino de ida ha sido el mismo, yo enfrascada en mis problemas, aunque esta vez mi voz solitaria venía resonando en mi cabeza, ahora, veo el viejo árbol a lo lejos, y quiero llegar hasta él. 
 
He tardado casi una hora en llegar, y cada vez que estaba más cerca, mi sonrisa afloraba con más fuerza a mis labios, pero quería tener al viejo árbol delante, antes de adelantar acontecimientos, y ahora… aquí lo tengo… y no he podido evitar soltar una pequeña carcajada… por eso siempre me decías que estaba demasiado lejos para venir hasta aquí, cuando era pequeña me decías que el camino era largo, y no iba a llegar, y cuando ya fui adolescente, la excusa eran tus ancianas piernas, que no aguantarían la pendiente. Creo que siempre lo supiste, y puede que en mi fuero interno, yo también, pero esto no cambia nada.  Creo que tenías razón, y voy a seguir pensando igual, hasta que este árbol no pierda su última hoja, no va a haber problema que se no se pueda solucionar o encauzar, aunque ahora ya sé a ciencia cierta, que este árbol es un madroño y por eso su hoja es perenne.

sábado, 29 de junio de 2013

EL MEU PETIT RACÓ DE MÓN

Podria atrevir-me a dir que tots tenim un petit racó de món, en alguns casos potser en tenim més d'un, és allà a on ens agrada escapar de tant en tant; aquell petit indret màgic, tranquil, solitari, i a on ens relaxem tant sols de ser-hi... i potser a on també hi anem quan tenim decisions importants al davant...
Doncs bé aquí és a on necessitava estar avui. 


I just des d'aquí, després de mesos sense publicar res, us torno a enviar unes paraules escrites mentre descanso de la petita pujada i deixo que la natura m'envolti sense més ni més, relaxant els meus pensaments que fa dies que no tenen espera, i agafant forces pel que tinc just al davant en els propers dies, i en definitiva... que mai em calen gaires excuses quan vull pujar aquí dalt...

Qualsevol decisió que prenem en aquesta vida és important, per petita que en un moment donat ens pugui semblar. Potser sí que algunes ho són més que d'altres, però és el conjunt de totes i cada una d'elles que fan que tracem el nostre propi camí, i potser es per això que algunes costen tant de prendre... ens fa por sortir del camí traçat... aquell que veiem com s'allunya i arriba fins a l'horitzó... el que potser no sabem, és que sempre hi ha dreceres... algunes seràn curtes i fàcils de seguir, d'altres ens faràn allunyar-nos i donar alguna volta de més... però al cap i a la fi... tot forma part de les pases que hem de seguir, i a vegades, s'ha de ser valent, i hem d'endinsar-nos cap a nous paratges...

Fa prop de 5 anys, vaig tirar pel dret i vaig sortir-me una mica del camí marcat... avui no em pregunto què hagués passat si no ho hagués fet, no busco cap resposta, el cas és que estic ara i aquí, i a punt de tornar a tirar-me a la piscina... Ja ho tinc tot a punt.. fins i tot la tovallola per assecar-me després... però em falta un petit detall... que no depèn de mi i que em farà esperar uns dies més...
I després, si tot no surt com hauria de sortir? Qui sap? Penso que si no entrem a la piscina mai sabrem la temperatura de l'aigua, i en un dia de forta calor, el tirar-s'hi de cop pot fer meravelles.



De cop paro un moment d'escriure i miro al meu voltant, avui tot és ple de papallones, taronges, vermelloses, grogues,... algunes ben curioses, m'adono que si m'apropo per seguir-les s'allunyen de mi, però en canvi si no els hi faig massa cas, tornen i reposen una mica les ales ben aprop meu, perquè pugui admirar la seva singularitat i bellesa... potser d'això és tracta tot plegat... de no córrer massa depressa al darrera les coses, però ser constant, i potser així elles vindràn a tu amb més facilitat...






I tornant als meus pensaments...

Com deia Calderón de la Barca:

(...)
"Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son"
 
 
Me'n vaig del meu petit racó de món, que encara em queda una mitja horeta fins arribar a baix... suposo que tots heu conegut el paisatge... però per si de cas això és el que reposa uns metres més avall d'on ara escrit aquestes lletres...
 
 

Potser avui m'adormi amb una petita i possible realitat, i demà em desperti amb un somni ben a tocar...


Mentrestant amics, creueu els dits per mi durant la setmana... 

sábado, 15 de diciembre de 2012

MI FAUNA Y YO

Cada uno de nosotros vivimos rodeados de una fauna particular, son esa clase de personas que las podemos relacionar directamente, o indirectamente, con algún otro ser vivo que no sea el hombre (he quedado bien ^^ y todo por no decir la palabra animal… vaya, ya lo he dicho… ¬¬’)

                         

Pues nada, seguimos. Algunos de estos animales saltan a la vista, se aprecian desde lejos, otros te das cuenta poco a poco, según su hábitat, sus costumbres, … pero hoy os hablaré de algunos con los que convivo, me relaciono, y soporto habitualmente.

Primero os hablaré de los más sorprendentes, y a la vez los más queridos, en este escalón están las orugas, sí habéis oído bien, las orugas, son esas personas que en un primer momento puede que te den repelús, y hasta llega un punto que te piensas que llegan a ser unos autentic@s capull@s (perdón por la palabra), pero al fin te das cuenta de cómo  son realmente y entonces ves que se han convertido en mariposas.

 

Tenemos también a los búhos, esas personas vigilantes, que pase lo que pase, todo lo ven, todo lo saben, y lo que no… se lo inventan…

 
¿Y quien no ha conocido a una mantis religiosa? No sé si dar muchas más explicaciones sobre esta especie, parece muy inocente y cuando te das cuentas… zas… uno menos!!!

 

Y ya por último, aunque eso no significa que no haya más especies de las que hablar, ya que hay infinidad de animales, bichos y bichejos, os hablaré de uno en concreto que todos seguramente conocéis… vayas donde vayas, te encuentras alguno de esta calaña, son ese tipo de animales que están por todas partes, y ahora con esto de las nuevas tecnologías encima tienen Facebook, Twitter, LinkedIn,…  Y no os lo perdáis que resulta que serían los únicos que sobrevivirían a una catástrofe nuclear… Hay, que joderse!!! ¿Sabéis de quienes estoy hablando? Pues si, de las malditas cucarachas!!!
 
 
Algunos os preguntareis si yo me englobo en alguna especie. Por supuestísimo, pero la mía, permitidme el lujo de deciros, que somos muy pocos y estamos en peligro de extinción, y por lo raro y particular del caso, hablar de mi se merecería un post aparte, así que… …otro día hablaré de mi.


Para terminar no me queda otra que pedir mis humildes disculpas a los animales verdaderos de los que me he apoderado de su nombre por unas pocas líneas, ellos no tienen la culpa, y todo hecho o parecido con la realidad es pura fantasía.

 

Hasta pronto bloggeros y cuidado con las malditas cucarachas!!!

lunes, 12 de noviembre de 2012

EL BORINOT

A la NASA hi ha un cartell que hi diu:

“Está comprobat que el borinot, aerodinàmicament, a causa del seu pes, la seva mida i el seu cos, no pot volar… però ell no ho sap”

Abans de meditar sobre aquesta frase que m’ha cridat força l’atenció us contesto les preguntes que us ronden pel cap. No he anat mai a la NASA, no sóc dissenyadora aerodinàmica ni estudio la vida i miracles dels borinots.

I ara bé… no us sobta una mica que justament això li passi al borinot… aquest insecte que quan entra en una habitació, amb el seu brunzit tant característic, fa que agafis un calfred?

Em pregunto si això no serà cosa de la sàbia mare natura… alguna cosa així com l’aneguet lleig. Perquè també cal recordar que aquest petit insecte està considerat de mal averany, principalment el borinot negre. Fins i tot jo recordo que quan n’entrava un en una habitació no volia dir res de bo…
 

Però ara que hi penso… potser si que el borinot sap que no pot volar… però és la seva manera de venjar-se de nosaltres els humans… la seva manera de dir… “Ep, aneu amb compte, que tot i que no em vulgueu i em doneu l’esquena, sóc aquí, i sé perfectament el que em faig”
 
Jo no em considero una fanàtica dels insectes, i menys dels borinots, … segurament més d’un em recordarà fugint d’una habitació quan hi entren i no en són convidats… Però m’acaba de caure la vena dels ulls, i veig el borinot d’una altra manera…



Així doncs a partir d’avui permeteu-me el luxe de donar-vos un consell per arribar més lluny en aquesta vida i per aconseguir totes aquelles coses qua avui ens semblen impossibles…


SIGUEM MÉS BORINOTS AMICS!!!