Bienvenid@s a mi pequeño mundo,
un rinconcito donde por unos momentos
intentaré transportaros a otro lugar,
un sitio donde la magia es posible,
y donde los sueños... están al alcance de la mano...
sabéis como se consigue eso...?
...con las palabras...

martes, 8 de diciembre de 2015

COREOGRAFIAS IMPROVISADAS


En ese instante una hoja se desprendió del árbol que tenía justo enfrente del banco en el que estaba sentada. Empezó a hacer divertidos zigzagueos y bailes al son del viento, mientras iba descendiendo por la fuerza de la gravedad hacia el inminente suelo.
 
Yo me la miraba pensativa, intentado alejarme, aunque sólo fuera por unos segundos, de los pensamientos que atormentaban mi cabeza.
Los movimientos divertidos que hacía la hoja seca al caer me sorprendían. Cuando creía que el choque contra el frío suelo era irreversible, la fuerza del  gélido viento que hacía esa tarde de otoño, provocaba un nuevo giro en su trayectoria, y ésta se elevaba nuevamente, como si tuviera vida propia, supiera que el final de esa caída era su fin  y quisiera evitarlo a toda costa.
Por un momento, mis pensamientos se desvanecieron, todos los rompecabezas que inundaban y giraban alrededor de mi cabeza,  y que intentaba solucionar con mayor o menos éxito, se esfumaron. Dediqué todos mis congelados sentidos, a esperar cómo y cuándo la hoja seca se daría por vencida, o por el contrario, cuando el travieso viento dejaría de jugar con ella.
Posiblemente no habían pasado ni unos segundos desde el inicio del que sería un fatídico descenso, pero tan enfrascada estaba, supongo que más por escapar de mi mente atormentada, que por saber el lugar exacto de la caída, que  a mí me parecieron minutos interminables, viendo la hoja zarandearse arriba y abajo, alejarse y acercarse en razón de pocos segundos de diferencia.

 
Mi nariz y mis dedos estaban helados, ese día era uno de los más fríos de lo que llevábamos de la estación, y mi cabezonería me había llevado a sentarse en ese banco e intentar aclarar mi cabeza, cosa que de momento no había conseguido aún, únicamente, sabía que necesitaba enfriarla, dejar pasar el tiempo y ver las cosas con perspectiva.
Volviendo a la hoja, sabía que ésta estaba muerta, y poco tiempo pasaría desde que tocara el suelo, hasta que alguien al pasar por encima la hiciera añicos y se desvaneciera casi por completo. Pero esa lucha, ese movimiento constante, danzante casi diría, de su último aliento me fascinó, me tenía hipnotizada. Casi volvió a tocar el suelo, yo diría que lo rozó, pero nuevamente, un pequeño giro de ésta, y la fuerza del viento la elevó. Ya no tan alto como antes, pero lo suficiente como para dejarla que siguiera su danza unos segundos más.
Yo seguía admirándola, apostando casi por el segundo exacto de la caída, esperando con ese pequeño gesto cotidiano del otoño, que mis pensamientos, por el momento apartados de mi mente, encontraran la solución deseada.

Y al final llegó, no la solución a mis problemas, sino la inevitable caída, fue como un final de baile, algo suave, delicado, casi sensual me atrevería a decir. Después de unas vueltas sobre sí misma, fue como si el viento la dejara a su merced, y la hoja, suavemente se posó en el suelto, ya marrón por otras que habían caído antes. Un delicado final, se posó sin más, como sabiendo que no podía alargar eternamente su baile, y terminando éste de manera suave y pausada, casi poética.

Me quedé unos minutos más, mis pensamientos los mantenía apartados, me quedé mirando donde había caído la hoja  y recordando su coreografía.
Al rato me levanté y me dirigí hacía donde había caído. A pesar de estar el suelo repleto de hojas secas la distinguí sin problemas, y me agaché a cogerla. No sé exactamente el motivo, pero me la guardé con cuidado en el bolsillo y me fui a casa.
Desde entonces, la tengo colgada en un lugar donde no se llega con facilitad. No quiero que rozándola sin querer se rompa  y que después de su gran salto final, se desvanezca sin más.
Supongo que os preguntareis porqué la cogí y la tengo colgada.
No os lo sabría decir con exactitud, puede que el recuerdo de ese instante haga que crea que hasta el caer de una hoja seca, no sólo indica la llegada del otoño, sino que puede darte fuerzas, para saber que hay cosas que sabes que van a suceder, pero sólo tú puedes decidir cómo hacerlas, y que mejor que con un buen baile y danzando con ayuda del viento?
 

No todas las coreografías de nuestra vida son ensayadas, y a veces las mejores, se bailan improvisadamente.

martes, 10 de noviembre de 2015

Dulce compañía...


Cada día cuesta un poco más, los problemas parece que siguen surgiendo, no es que sean muy grandes, pero van dando pequeños pinchazitos en algún lugar dentro de ti, día tras día, son pequeños calambres que derrumban un poco la rutina diaria, la danza que el universo parecía tener prevista ese amanecer, o puede, que esos pequeños tics inoportunos sean compases de la canción con la que danzamos, no nos damos cuenta de ello y pensamos que no estaban previstos, o que no eran para  nosotros… sea cual sea el motivo, siempre tengo esa mirada reconfortante… me miras, me observas, me vigilas, estás pendiente de mi estado de ánimo. Sabes exactamente el momento justo antes de que mis ojos se desborden, y en una milésima de segundo te acercas, te sientas a mi lado como buenamente puedes, o más bien como difícilmente te dejo, y te aprietas contra mí. Haces que note tu cuerpo cerca del mío, no sé si por el placer que ello te aporta, o para que sepa que sigues estando ahí, como el primer día. Y cuando mi lágrima aún no ha terminado de surcar mi mejilla, tu cabeza ya la ha secado, como si quisieras impedir que la ley de la gravedad surgiera su efecto. Me sigues sorprendiendo, por más que no lo quiera y aunque en ese momento prefiera la libertad de la soledad, tengo que abrazarte, devolverte ese gesto de cariño que siempre me aportas, y tú te dejas, incluso colaboras apretándote fuertemente contra mi cuerpo, dejando que te acaricie y te huela profundamente, ese olor tan particular que creo que, por más que pase el tiempo, siempre será mi dulce compañía.